31 de julio de 2014

6 p.m.

Estoy esperando que pase algo, de seguro ustedes también. No me tomen por loco (lamentablemente aún no lo estoy) pero no sería fantástico que de pronto un agujero negro se tragase la tierra y nos llevara a otra dimensión; me gustaría que eso ocurriera, pero a falta de fenómenos cósmicos en la cercanía de nuestra galaxia, al menos me conformaría con que algo fuera de lo común sucediese en esta vida monótona a la que nos hemos acostumbrado. Y sé que a ustedes les pasa lo mismo, están aburridos, cansados de un día tan igual al otro. Que un hombre misterioso golpee la puerta, que alguien llame al teléfono y diga “te necesito”, que el pueblo (y me incluyo aunque tengo que remarcar mi notable cobardía) al fin se canse de tanta tiranía y salga por las calles a gritar ¡Revolución!, revolución de algo, de cualquier cosa, debemos crear un futuro distinto y pronto, antes de que el río de adrenalina que nos fluye por dentro se termine de secar, antes de que se mueran los sentimientos y nos convirtamos en estatuas grises egoístas y mezquinas que se niegan a dar.
Y nada sucede, miro el reloj, escucho los ruidos de la calle atestada en este viernes donde cae la tarde y todos esos individuos corren a sus casas enlatados como sardinas en autos que los hacen sentirse dueños del camino que pisan. ¡Ilusos de ellos! Que creen que la vida está resuelta, que la seguridad ya fue conseguida y que tan solo queda aguantar hasta que la jubilación miserable llegue y les dé un poco de tiempo para esperar la muerte en paz. Pero yo sé que esto no es más que un juego macabro y enfermizo, una partida de ajedrez sobre barro blanco donde todos somos peones defendiendo a un mismo rey que se prepara a nuestras espaldas para cortarnos la cabeza. Ya no se con quien hablar, ¿mis vecinos? ¿ustedes? Todos se esconden bajo una capa de miedos y esperan en la sombra a que yo parta para no ponerse en ridículo frente al resto de los hipócritas que miran y desaprueban con la cabeza sin atreverse a opinar, porque entonces deberían pensar en algo y ellos mismos se lo han prohibido, como si elaborar una idea o decir libremente lo que piensan fuera una mala hierba que se enraíza en el corazón y se expande por los huesos. Entonces quedo yo y quedan ustedes, los que me leen para adentro, con la voz apagada para evitar que estas palabras toquen el aire y se transformen en una melodía viajera que pueda alcanzar a otro muerto en vida; y no vaya a ser que por culpa de su voz, querido lector, alguien descubra de pronto que lleva años nadando en una piscina atestada de lodo y gusanos blandos que se le meten por la boca, los oídos y los ojos sin permitirle moverse, y si eso sucediese puede que intente llegar al borde y saltar fuera de la piscina, limpiarse la piel y vaciar los ojos, los oídos y la boca; pero entonces podría oír y ver la realidad, las ideas nacerían y abriría la boca para expresarse frente a los demás, y ver tanta libertad alborotada por las calles sabiendo que no es más que su responsabilidad lo dejaría a usted atónito, entonces si aún encuentra en estas líneas algo que le interés, lea con la boca cerrada y sin gesticular, o grite, grite fuerte y que lo escuchen todos. Grite ¡Libertad! y que lo sientan todos, grite hasta quedarse sin aire, grite hasta sentir que el corazón se le desgarra en una bocanada al aceptar lo que ha sido y lo que ahora es, grite mientras la vida se le cuela por los poros y disfrute de la magnífica sensación que provoca el estar vivo. 
Salga a la calle y grite, corra entre la gente que duerme con buena cara viajando de un lado al otro y sacúdales el alma, sonríales, mírelos, tómese un momento para verlos de verdad. Y cuando este cansado de correr deténgase en una esquina, siéntese en el cordón de la vereda tranquilo a observarlos, y no pronto pero al rato, comenzará a ver una pizca de humanidad: una madre sonriendo mientras le seca los ojos a un niño, un enamorado mirando a su pareja de ese modo tan singular, un amigo palmeando el hombro de otro y diciendo “quédate tranquilo que todo va a ir bien”, porque hasta en los pantanos más terribles crecen las flores más bellas y toda la monotonía y la vida descuidada sobrevive en esos momentos tan pequeños. En algún café alguien perdona, en alguna esquina alguien decide abandonar el rencor y comenzar de nuevo, en algún hospital alguien aprieta una mano para hacer saber que sigue ahí, y es pequeño pero extraordinario como todas esas revoluciones personales toman lugar. A fin de cuentas no se necesita tanto para terminar el día, es suficiente con tener un poco de esperanza en la humanidad.


Victoria Montes.

28 de julio de 2014

En la casa del Señor

Hay una casa de puertas abiertas.
Hay en la calle, una pelota que espera.
Hay una muñeca de trapo, olvidada en un rincón.

Hay una plaza donde las bombas juegan.
Hay una ciudad donde el cementerio crece.
Hay sonidos mudos, de pájaros que se fueron.

Hay una mesa servida, donde nadie cenó.
Hay un teléfono sonando en el bolsillo del muerto.
Hay lágrimas sobre el cadáver que no corrió a tiempo.

Hay una radio emitiendo silencio.
Hay escombros cubriendo los jardines,
hay violencia floreciendo. 

Hay madres que gritan,
hay huérfanos corriendo.
Hay niños que dejaron de serlo.

Hay políticos disfrazados de parca
jugando con el mapa como tablero.
Hay excusas saliendo como hormigas de sus bocas
defendiendo lo que están haciendo.

Hay señores trajeados, 
indignados de tanta violencia,
exigiendo la paz inmediata 
desde la comodidad de su hogar.

Hay noches que ocultan vergüenza,
hay un genocidio ocurriendo 
mientras tomas tu café y sale el sol.
Hay guerra, en la casa del Señor.


Victoria Montes.

Vos podés ayudar, firmá la petición pidiendo a las grandes corporaciones que detengan sus inversiones en Israel, en tiempos anteriores Israel ha cedido ante la presión económica.
  Entra y sumate al movimiento mundial.


24 de julio de 2014

El Progreso

El progreso llegó
como el fruto de lo nuevo,
al principio nos miramos con estupor
más nos fuimos entregando lento
al camino de la evolución.

La vida se nos hizo sencilla
dejamos que las máquinas,
las pastillas, los medios
se adueñaran de nosotros.

El progreso nos fue resolviendo la vida;
las complicaciones fueron llegando
-porque nada resuelve al tiempo-
entonces nos inventamos problemas,
obligaciones y malos ratos.

Reemplazamos nuestras pasiones
con tareas inservibles de tiempo completo
así nos fuimos vaciando por dentro
matando de a poco los sentimientos.

Nos fuimos olvidando de los viejos.
Educamos a nuestros hijos
frente a televisores.
Se nos fue acabando el tiempo
para los amigos, para los amores.

Y así, de a poco,
nos fuimos olvidando
de mirarnos a los ojos
hasta fingir no vernos.

Victoria Montes

17 de julio de 2014

Corazón errante

Me gustaban tus mentiras
laberinto sin salida.
Fui tu sombra en mediodía.
Fui las alas, del ángel que no voló.
No hay destino, solo ironía.
Son profundas las olas
que arrastran al corazón.
Este invierno me encontró
durmiendo en las vías
y a vos, corriendo a otra estación.
Cuando estalle el universo
y todo se repita,
te hallaré de nuevo
y otra vez volveremos
a jugar al amor.


Victoria Montes

10 de julio de 2014

Solitaria mujer

Esta aburrida
de tanta vida,
entonces sale a caminar.
No dice nada,
tan solo mira
el absurdo juego
de ser y estar.
No quiere oír
palabras vacías,
lleva siempre consigo
una poesía.

Desconfía
de la belleza del día;
hay en las sombras
aroma a mentira,
hay en el aire
un sueño distante,
se esconde en las olas
la calma de un dios.
Quiere respuestas
a tantas preguntas,
quiere que su alma resista
los golpes de la razón.

Hay una luz que la guía,
por caminos oscuros
de magia y temor.
Hay un sol
que sobre ella brilla.
Hay un mundo ahí afuera
que la mira y la olvida.
Hay una canción
en su corazón.


Victoria Montes

3 de julio de 2014

Boleto de despedida

Esta agonía nos va dejando,
nuestro amor ya decidió.
Final de juego
para tus labios y mis labios.
Jaque mate al corazón.

No quedan excusas,
ni reconciliación.
Algo se va muriendo
en mi interior.

Fuiste víctima
y victimario;
como un asesino
esperaste en las sombras
al corazón.

Palabras de acero
nos cortaron los labios.
Se acabaron los besos,
los buenos tratos.
Ganó el rencor.

Tenemos sólo
boleto de ida,
o no sabés, vida mía
que no hay regreso
del desamor.

No le queda a este día tiempo
para pedir perdón.
No le queda al corazón
señal de salida.
Se derrumbaron los puentes
por donde huía el dolor.

Vimos cosas imposibles
que nos trajo la imaginación,
un castillo de mentiras,
una culpa no adquirida.
Vimos, el final del amor.

Nos queda
marcada la historia,
como acero caliente
en el corazón.

No quedan horas,
se acaba el día.
No queda más
que la despedida,
tan solo resta
decir adiós.

Victoria Montes